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¿Se avecina el cambio en Venezuela?

Una anciana refugiada venezolana siendo transportada por la Policía Nacional de Colombia a través del río Táchira desde Venezuela hacia Colombia. Crédito de la imagen: Wikimedia, 2015.

 

Hugo Chávez concebía una revolución sin límites de tiempo. En una de sus frases más emblemáticas, afirmó: “Cada día, el mundo deposita más esperanzas en la Revolución Bolivariana. No podemos defraudar al mundo. El éxito de nuestra revolución podría influir en el futuro y la supervivencia de este planeta”. Tras casi un cuarto de siglo del chavismo en el poder, los indicadores reflejan el fracaso de su modelo. La población venezolana anhela un cambio político. ¿Qué posibilidades hay? ¿Podrían las primarias opositoras ser un punto de inflexión?

 

El contexto que condiciona

Para responder esa pregunta debemos analizar al mundo opositor. Desde 1999, el chavismo ha contado con una oposición activa. Diversos grupos de sociedad civil y partidos políticos se han opuesto al proyecto bolivariano y autocratización a lo largo del tiempo. Sin embargo, la lucha por el (re)establecimiento de la democracia no ha sido exitosa hasta ahora. Además de la represión y la división deliberada de los actores opositores por parte del gobierno, la falta de una estrategia coherente y acertada en el campo antichavista ha debilitado la disputa efectiva por el poder nacional.

En el campo opositor coexisten diferentes actores con diversas ideologías, preferencias por la democracia y visiones estratégicas. Algunos sectores han priorizado una ruta institucional, es decir, han optado por caminos constitucionales, participando en elecciones y creciendo a través de la organización y movilización de la ciudadanía. Otros, han buscado “salir del chavismo” de cualquier manera posible, incluso contemplando mecanismos extrainstitucionales, como golpes de Estado, y otras vías top-down, como huelgas, protestas masivas, sanciones, o intervención militar.

Sin embargo, durante la era de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), 'era-MUD' (2009-2016), la oposición tradicional logró gestionar esas diferencias gracias a sus reglas internas. La MUD fue una ‘coalición de adversarios’ que buscaba el crecimiento electoral para vencer al chavismo en las urnas. Dentro de esta “coordinación formal”, entre 2010 y 2015, los partidos representados en ella lograron un crecimiento electoral importante. Durante ese período, la oposición logró acortar la brecha, demostrando que el gobierno podía ser derrotado mediante elecciones.

La MUD sufrió una serie de crisis a partir de 2013. Algunos movimientos de la antipolítica y de factores minoritarios dentro de la MUD vieron la estrategia electoral como agotada y abogaron por cambios mediante protestas en 2014. Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma intentaron conectar protestas juveniles con objetivos políticos llamando a "La Salida", lo cual dividió a la oposición en términos estratégicos. Aunque poco después, la MUD logró una significativa victoria en las elecciones parlamentarias de 2015, la alianza se debilitó rápidamente después de su éxito.

Desde entonces, la oposición tradicional no ha logrado crear espacios formales para la toma de decisiones colectivas. En su lugar, ha surgido una intensa lucha por la hegemonía dentro de la oposición. En contextos autoritarios, los recursos son limitados y los riesgos de oponerse al régimen son altos, por lo cual, la coordinación se vuelve esencial para para imponer más dilemas a los autócratas de lo que estos pueden imponer a quienes los adversan.

 

Primarias 2023, presidenciales 2024 y parlamentarias 2025

El cambio más significativo en el campo opositor es el reciente giro en los actores maximalistas. Pese a las críticas a los procesos de negociación y a la participación en elecciones en contextos autoritarios, estos han modificado sus preferencias y se han sumado a la estrategia promovida por el bloque institucional desde hace más de una década. Su participación en la primaria y futuras elecciones presidenciales —hasta ahora descarta la abstención y apoya la tesis de cambio mediante acumulación de fuerzas en el terreno.

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María Corina Machado, durante un debate en Center for Strategic & International Studies en USA.
María Corina Machado, en un evento en el Center for Strategic & International Studies CSIS (2014).

Según la mayoría de las encuestas, la primera opción de voto la ostenta María Corina Machado. En las elecciones parlamentarias de 2010, la precandidata se convirtió en la diputada electa con mayor cantidad de votos en toda Venezuela. En 2012 participó en las primarias opositoras y apoyó a Capriles, al no sobrepasar el 4% de los votos. Hoy, once años más tarde, Machado ha pasado a tener una intención de voto del 70% en la primaria. A lo largo de los años, ha construido una imagen de firmeza y no doblegación ante el poder y ha cultivado redes internacionales con actores de derecha y ultraderecha que apoyan la lucha global contra el comunismo. Su carisma, discurso de confrontación, convicción de no negociar con un régimen criminal y sus críticas a múltiples opositores, la han posicionado como una outsider, siendo ella un actor principal de las élites opositoras. Hoy un sector amplio de la sociedad ve en su liderazgo “purista” una esperanza, una promesa de cambio real.

Más allá de la selección de un candidato unitario, la primaria representa una oportunidad de recomposición de la oposición a mediano y largo plazo. Los pre-candidatos llevan semanas desplazándose por el país y retomando la organización y movilización que, en distintos grados los actores habían abandonado desde la estrategia del “gobierno interino”. Dicho esto, la primaria, al ser un evento competitivo, conlleva incentivos de unilateralidad que no han sido resueltos hasta ahora. Con o sin primarias, existen una serie de dilemas y restricciones para el campo opositor de cara al futuro.

 

Compresión del momento 

En primer lugar, las primarias pueden llevar a algunos actores a pensar que están eligiendo un liderazgo omnipotente e indefinido para dirigir la oposición. En algunos casos, esto se combina con la idea errónea de que las primarias otorgan legitimidad y representatividad a los actores políticos, cuando en realidad son simplemente un mecanismo para seleccionar un candidato en función de una estrategia predefinida por la Comisión Nacional de Primarias. Aunque el ganador de las primarias puede beneficiarse de la victoria en términos individuales, incluyendo la posibilidad de asumir la vocería de la oposición, el crecimiento de su partido y financiamiento, creer que un proceso de democratización puede lograrse sin alianzas demostraría una falta de comprensión de cómo se han desarrollado estos procesos históricamente.

En el pasado, la oposición ha cometido el error de confundir popularidad (circunstancial) con apoyo incondicional e individual. La sociedad venezolana, así como ha dado su voto de confianza a quien represente una oportunidad de cambio, ha demostrado retirárselo si fracasa en el intento. La evidencia más reciente es el auge y caída de Juan Guaidó. Desde 2019 a 2022, Guaidó, encabezó una estructura denominada “gobierno interino” que obtuvo en su mejor momento un apoyo de más de 50 países. Inicialmente, la popularidad de Guaidó sobrepasaba el 60% en 2019 y, después de incumplir su promesa de cambio, solo el 1,4% lo identificó como el líder de la oposición en junio de 2023. Comprender la volatilidad e impredecibilidad a la cual están sometidos los dirigentes en contextos autoritarios es fundamental para la construcción de una estrategia prometedora. 

 

Coordinación exante y expost

El primer gran reto de quien resulte electo en las primarias es democratizar el funcionamiento de la oposición. De querer construir una coalición con opción de poder real en 2024, los actores anti-chavistas deberían autolimitar sus ambiciones individuales para invertir en una instancia de coordinación colectiva que trabaje un proyecto común para dar respuestas a una población sumergida en pobreza y desigualdad e impulsar un proceso de democratización. Dada la experiencia de la campaña presidencial de 2012 y 2013, en la cual la MUD, como colectivo, influyó menos que el comando del candidato de ese entonces, es esencial que, de cara al 2024, la oposición fortalezca la cooperación entre actores. Eso pasaría por construir acuerdos creíbles que garanticen a todos los actores crecer al mismo tiempo, estableciendo nuevamente unas reglas internas que ayuden a institucionalizar y despersonificar la política opositora para imprimir seguridad y oportunidades futuras a todos los actores en medio de un contexto incierto y riesgoso.

Si bien, en el pasado, la oposición desdibujó la confrontación ideológica para facilitar el trabajo conjunto, se observa una re-ideologización del conflicto, sobre todo desde el campo conservador. Por ejemplo, en su campaña, Machado ha insistido en la necesidad de implementar un modelo liberal en Venezuela y dejar atrás el socialismo; también ha señalado que “en el caso de Venezuela solo hemos conocido socialismo”.  En el mundo opositor existen partidos y dirigentes abiertamente identificados con la socialdemocracia. Más aun, en el pasado fueron social-cristianos y socialdemócratas los que construyeron la democracia que hoy muchos anhelan. Ver en la primaria o las elecciones presidenciales la oportunidad de un makeover total para desplazar en una sola elección a actores de la oposición, como al gobierno autoritario, pondría en riesgo la posibilidad de construir un movimiento amplio pro-democracia que respete y realce la diversidad de los actores.

La formación de una coalición conlleva varios beneficios. Una alternativa democrática que demuestre la capacidad de tolerar sus diferencias y reparar conflictos pasados enviaría señales de la democracia que desean para el país. Además, habilitaría a los actores a reconstruir la confianza y fomentar la cooperación fuera del poder, lo cual sería esencial en una futura etapa de acceso al gobierno.

Casos históricos muestran que los gobiernos democráticos que se fragmentan al llegar al poder disminuyen su capacidad de ejecutar reformas ambiciosas y necesarias. Por el contrario, cuando los nuevos gobiernos democráticos se comprometen a avanzar de manera conjunta en objetivos comunes, pueden sentar las bases de una institucionalización más sostenible. La Concertación chilena fue exitosa porque supo desarrollar mecanismos formales e informales de armonización de intereses en el campo democrático.

Esto también beneficiará al ganador de las primarias, quien obtendrá un respaldo inicial, aunque modesto, pero al mismo tiempo se enfrentará al rechazo de otros sectores. Aún existe alrededor de un 20% de chavistas, un amplio 40% de votantes no alineados y una parte de los opositores que se identifican con un líder específico (ver gráfico). La fortaleza de la candidatura unitaria recae en querer persuadir y representar a quienes no participaron o perdieron en las primarias.

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Gráfico 1 Autoidentificación Política en Venezuela (2019-2023). Elaboración propia con datos de Delphos.*

Gráfico 1. Elaboración propia con datos de Delphos.*

El largo plazo

Finalmente, todo el esfuerzo realizado en torno a las primarias, organizado por la Plataforma Unitaria y los partidos involucrados, la Comisión Nacional de Primarias, cientos de voluntarios, y los propios candidatos, tendrá un valor significativo si se convierte en la base para la (re)construcción del campo opositor a largo plazo. El gobierno seguirá utilizando su estrategia principal de dividir a las élites opositoras para dispersar el voto antichavista. Por lo tanto, recae en la oposición gestionar las expectativas, posibles desilusiones y construir una alianza eficaz para competir no solo en las elecciones presidenciales, sino también en las parlamentarias y en todos los procesos futuros.

La mayoría de la sociedad venezolana ya le dio la espalda al proyecto chavista. Más de 7,7 millones se vieron obligados a migrar y 28 millones deben subsistir en el terreno venezolano los estragos de las crisis. La mayoría espera, en silencio y con ansias, los próximos procesos electorales. Su esperanza está puesta en una alternativa que aún está por construirse. Una vez más, la oposición enfrenta serios dilemas de coordinación. ¿Podrá solventarlos?

 


* Las fechas de cada estudio de opinión de Delphos reflejados en el gráfico de izquierda a derecha corresponden a estas fechas, en este orden respectivamente: noviembre de 2018; mayo de 2019; noviembre de 2019; julio de 2020; julio de 2021; junio de 2022; noviembre de 2022; febrero de 2023; junio de 2023. Los nombres de las categorías utilizados en los estudios de Delphos varían en el tiempo, por lo tanto, renombré las categorías bajo otros nombres, guardando la misma lógica.

 

Aclaración: Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de su autor(a) o autores(as) e independientes de intereses nacionales o políticos particulares. Además, estas opiniones no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

 

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Maryhen Jiménez, PhD
Maryhen Jiménez, PhD
Marie Skłodowska-Curie Fellow, Universidad de Oxford
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