Sergio Massa, Patricia Bullrich y Javier Milei, candidatos a la presidencia de Argentina en 2023.

Durante los últimos 6 meses el clima político argentino ha cambiado notoriamente. El ascenso de un nuevo espacio político que obtuvo la victoria en las elecciones primarias de agosto, mantiene en un suspenso de película a la sociedad argentina.

En las elecciones presidenciales de primera vuelta la incertidumbre es alta, no solo por la volatilidad de las preferencias y la incapacidad de la mayoría de las encuestas de pronosticar resultados en las PASO, sino por la posibilidad de que aumente el caudal de participantes. En todo caso, la norma establece que para triunfar en primera vuelta un candidato/a debe obtener una mayoría con umbral reducido de 45% o 40% y una diferencia de 10% respecto al segundo. 

En simultáneo también habrán elecciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, lo que puede afectar las prospectivas de gobernabilidad de quien gane. De igual modo, este domingo se celebrarán cuatro elecciones provinciales con dos que llaman la atención por su centralidad en la política y el padrón electoral nacional, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires, también en Catamarca y Entre Ríos.

En esta elección presidencial tenemos un candidato que pretende ser garante de un orden y sus derechos. Una candidata que pretende restaurar un orden y un candidato que propone explotar todo orden preestablecido. El escenario es de tercios. Los tres candidatos representan visiones bastante diferentes para el futuro de Argentina.

En el rincón del nuevo en el espectro político se encuentra Javier Milei, una emergente figura en la política argentina y el candidato más votado en las primarias de agosto. Milei, afiliado al Partido La Libertad Avanza, se autodefine como un libertario y se erige como un enemigo confeso de lo que él denomina "la casta política". Su discurso antipolítico, su constante ataque a las estructuras tradicionales y su estilo histriónico en los medios de comunicación lo han convertido en el epicentro de la conversación en esta campaña. Milei propone una visión radicalmente diferente para Argentina, abogando por la reducción del Estado, la eliminación de regulaciones y una economía basada en principios liberales. Su ascenso meteórico ha sacudido el panorama político argentino y ha llevado a muchos a cuestionar si el país está listo para abrazar un cambio tan drástico.

Sergio Massa, por su parte, es el candidato del oficialismo y lleva sobre sus espaldas la monumental tarea de mantener el orden en el gobierno argentino. Su plataforma se enfoca en estabilizar la inflación, negociar la deuda pública y lograr consensos entre las fuerzas políticas para llevar adelante un programa de gobierno. Massa representa la búsqueda de una gestión más moderada y eficiente que el actual gobierno, prometiendo equilibrio y estabilidad en un país que ha atravesado períodos de turbulencia económica y política en los últimos años.

Finalmente, Patricia Bullrich, exministra de Seguridad y Presidenta del principal partido de la oposición, se posiciona como la candidata que pretende restaurar el orden en el país. Su enfoque se centra en fortalecer la seguridad y establecer reglas claras para la inversión y estimular el crecimiento económico. Bullrich ha ganado notoriedad, sobre todo, por su experiencia en temas de seguridad y por vencer a Horacio Rodriguez Larreta en la elección interna. Sin embargo, su campaña electoral le ha costado superar el problema de ser la segunda opción opositora.

En este escenario de tercios, cada uno de los candidatos representa una visión distinta sobre cómo abordar los problemas que enfrenta Argentina, desde el cambio radical de Milei hasta la promesa de estabilidad de Massa y la restauración de un orden propuesta por Bullrich. La convergencia y el consenso entre estas fuerzas parece ser bastante improbable. 


Temas de conversación electoral

Ante esta nueva distribución de las fuerzas política, conviene preguntarse si se debe a un cambio de preferencias sociales o simplemente ante la emergencia de nuevos liderazgos carismáticos. ¿Se trata de expresiones políticas coyunturales o virajes estructurales de la opinión pública?

La sociedad argentina ha tenido, en las últimas décadas, visiones encontradas sobre el rol del Estado y del sector privado en la vida pública. Investigaciones anteriores sustentan que las preferencias de la sociedad argentina favorecían un rol destacado del sector público y Estado en la regulación de la vida económica. Ese consenso social fue la pauta argentina en los últimos 20 años. 

Sin embargo, este año comenzamos  a  observar el principio de un cambio en las valoraciones de  la sociedad argentina, apoyada en una mayor preferencia por la participación de empresas privadas en la economía. Esto surge de una encuesta nacional del programa Creencias Sociales del Observatorio Pulsar.UBA. No es azar que el discurso público de esta campaña se regó de declaraciones ligadas a los altos impuestos, el freno al crecimiento empresarial, el recorte del Estado y el costo de la político. El nacimiento de este discurso público fue bastante amplificado en los medios de comunicación de la mano de Javier Milei.

Con la investigación que mencionamos anteriormente encontramos también que este cambio de percepciones tiene una coalición política que lo sustenta. Existe una base sólida de apoyo, que abarca tanto a los votantes de Juntos por el Cambio como a los de La Libertad Avanza, que considera necesario otorgar un papel más destacado al sector privado en la vida pública. Existe una percepción extendida de que "los privados" deben desempeñar un papel más prominente tanto en la organización de la sociedad como en la creación de empleo. Esta noción comienza a ser aceptada incluso por segmentos de votantes del peronismo, lo cual ha generado la posibilidad de considerar una reforma que revalúe la relación entre el Estado y la sociedad. Esto podría tener implicaciones significativas en la configuración del futuro político y económico de Argentina.


El humor social de la elección

Este clima electoral se da en un momento particular: Argentina cumple 40 años de democracia en este 2023. Para los argentinos y las argentinas representa una promesa exigente. Cuatro décadas  desde su restauración, la democracia sigue siendo el mayor consenso entre los argentinos, un logro destacable en una historia política a menudo marcada por tensiones y divisiones profundas. Sin embargo, es importante destacar que esta promesa de democracia a menudo es insuficiente para  ciertos sectores de la sociedad y repercute en los valores democráticos.

El malestar social que se despliega en esta elección se explica por un deterioro estructural en las condiciones materiales de existencia. En los últimos 10 años, Argentina pasó de tener el 26% de la sociedad bajo la línea de pobreza, al 40.1%. A los crecientes niveles de pobreza, hay que sumarle mayor desigualdad. Lo que abruma es la permanente y creciente distancia entre los que más tienen y los que menos tienen. Se acumulan años de marginalidad estructural y una baja expectativa colectiva en una mejora de la vida en sociedad.

A la percepción de injusticia distributiva y la escasez económica, hay que agregarle la ausencia de un proyecto colectivo en común. En el estudio de Creencias Sociales de la sociedad argentina pueden verse elementos destacables en esta línea. Allí vemos cómo la apatía política corroe incluso los valores democráticos: más de un tercio de quienes no están interesados en política son vacilantes respecto de vivir en una democracia o bajo un sistema de reglas de otro tipo. Son oscilantes e indiferentes al régimen. Lo que hace que puedan tolerar excepcionalidades.

Argentina, en este contexto de incertidumbre con tercios, acumula una serie de malestares. Al social se le suma el político. Con elecciones generales, donde todo el sistema político se ha discutido a lo largo del año, la agenda del corto y mediano plazo es zanjar estas grietas. Que hoy, son múltiples. Todo esto presenta un enorme desafío  para el próximo gobierno:  lidiar con la convergencia de una agenda política con una expectativa social heterogénea, una estructura económica débil y una sociedad (posiblemente) quebrada (en el corto plazo).

 

 

Aclaración: Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de su autor(a) o autores(as) e independientes de intereses nacionales o políticos particulares. Además, estas opiniones no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.
 
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About the authors

Daniela Barbieri
Profesora en el posgrado de Opinión Pública de FLACSO
Augusto Reina
Doctorando en Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid
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