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Slaves of the people or the institutions 

October 01, 2015 • De parte de Daniel Zovatto

Jimmy Morales, el nuevo presidente de Guatemala, estará muy ocupado en la medida que enfrenta diversos desafíos que requieren atención inmediata.

Los resultados, anunciados poco después de que se realizara la segunda ronda electoral, el 25 de octubre, mostraron que Jimmy Morales, un popular comediante de televisión, licenciado en administración de empresas y con maestría en seguridad, se había hecho con la gobernación de tan problemática nación latinoamericana.

Con relativamente poca experiencia, lo que quizás le granjeó simpatías entre los votantes, ganó postulado por el Frente de Convergencia Nacional (FCN) alcanzando el 67.44% de los votos en tanto que Sandra Torres, quien fuera la Primera Dama durante el gobierno del Presidente Álvaro Colom (2008-2012) y la principal competidora para Morales, obtuvo tan sólo el 32.5% de un total de 4,079.228 votos válidos con un 56.32% de participación ciudadana. Torres compitió postulada por la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).

Manuel Baldizón, de Libertad Democrática Renovada (LIDER), quien había sido el favorito durante meses y quien fue finalista en las elecciones presidenciales de 2011, había sido derrotado en la primera vuelta luego de recibir el 19.38% de los votos.

En dicha primera vuelta, que tuvo lugar en septiembre de 2015, los guatemaltecos votaron para renovar 158 asientos en el congreso unicameral, 338 corporaciones municipales y veinte lugares en el Parlamento Centroamericano.

Las elecciones del 25 de octubre resultaron históricas no sólo por la alternancia política en la oficina presidencial sino porque abrieron una puerta hacia una nueva etapa en el desarrollo democrático del país. Aunque, desde luego, ésta no estará libre de importantes amenazas y riesgos.

¿Qué fue lo que cambió?

La victoria de Morales y su partido refleja continuidades y rupturas con respecto al pasado de la política guatemalteca y en sus dinámicas residen las claves de su futuro cercano.

En relación con las continuidades, se trató de la quinta elección presidencial consecutiva realizada durante las más recientes dos décadas. Esta elección fue marcada por un ambiente de corrupción endémica en el marco de un estado débil que ha sido cooptado por los liderazgos de los partidos políticos, a su vez cooptados por poderes fácticos (militares, grandes empresarios, grupos criminales y medios de comunicación). También tuvo lugar en el contexto de una sociedad desigual, insegura y violenta capturada por la informalidad y por el crimen organizado y el tráfico de drogas transnacional.

Guatemala es un país con 15 millones de habitantes, más del 60% indígena y donde el 52% de la población vive por debajo de la línea de pobreza. El Producto Interno Bruto per cápita es de 3700 dólares y las izquierdas políticas han sido por mucho tiempo excluidas del poder. El Presidente Otto Pérez Molina, junto con su Vice-presidenta Rossana Baldetti y otros más de su grupo cercano, se vieron envueltos en notorios y presuntamente ilegales actos de corrupción que fueron investigados y denunciados por la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad en Guatemala (CICIG), lo que les obligó a renunciar y enfrentar los cargos. Las investigaciones, denuncias y renunciastuvieron lugar entre abril y agosto de 2015, al mismo tiempo que se intensificaban las movilizaciones ciudadanas.

Así pues, por primera vez en veinte años una elección fue ganada por un candidato sin vínculos políticos fuertes con los partidos existentes. Se trató de un candidato que no había competido previamente y que, por lo tanto, no había sido finalista. Conforme a la historia política de Guatemala, ello significaba que no le tocaba ganar. Por otra parte, el candidato ganador tenía poca experiencia política y se trataba de una persona muy religiosa y conservadora, pero a la vez altamente popular.

El significado profundo de la victoria de Morales es que se abre una oportunidad para liderar la transición inconclusa, mejorar la integridad de los procesos electorales y la calidad de la democracia en Guatemala. Esto después de un largo periodo de inercia en el que coaliciones formales, informales y hasta poderes ilícitos (es decir, partidos políticos, el sector empresarial y el crimen organizado) han cooptado a la sociedad y el estado guatemalteco sometiéndolo a un modo corruptor de gobierno en detrimento del desarrollo democrático.

El desafío de Morales, reconocido recientemente por él mismo, consiste en tornar ese círculo vicioso en un círculo virtuoso.

En su favor está el que cuenta con fuerte apoyo ciudadano y el entusiasmo y apoyo de la comunidad internacional.

En su contra se halla un estado cooptado y disfuncional, finanzas públicas ruinosas, poderes fácticos vigorosos, una sociedad disgustada y un gobierno dividido. El FCN sólo obtuvo 11 de los 158 asientos en el congreso, lo que le obligará a hacer acuerdos políticos. La prensa plantea otro problema en la medida en que los más importantes medios de comunicación están concentrados en unos cuantos individuos que no necesariamente respaldan a Morales.

Más aún, hay dudas acerca de sus capacidades políticas, lo que evoca algunas experiencias desafortunadas observadas en otros países de la región. Sumado a ello está la naturaleza política del FCN, que fue fundado por un grupo de exmilitares en 2008.

Aunque no se aprecia fácil el camino por recorrer, el sistema político de Guatemala requiere cambios en el sistema de partidos, el sistema electoral y el sistema de gobierno. Sólo que estas reformas también implicarán retos para un gobierno débil dentro de un contexto político informal.

IDEA Internacional y otras agencias de cooperación han venido haciendo esfuerzos significativos para impulsar las reformas a lo largo de los últimos veinte años y continuarán prestando asistencia bajo las nuevas circunstancias.

Acerca de los autores

Ex miembro del personal - Daniel Zovatto
Director for Latin America and the Caribbean
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