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De Copenhague a Doha: Democracia y renovación del contrato social

October 31, 2025 • De parte de Annika Silva-Leander
Crédito: Foto de la ONU / Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas
Hace treinta años, la Declaración de Copenhague de 1995 afirmó la democracia como piedra angular del desarrollo social centrado en las personas. En 2025, mientras el mundo se prepara para la Cumbre Social Mundial de Doha, esa visión se reaviva con renovada urgencia. El borrador de la Declaración de Doha reafirma el papel esencial de la democracia en el avance del desarrollo social, un reconocimiento prácticamente ausente en los textos recientes de la ONU. Este compromiso renovado ofrece una base normativa y política fundamental, que recuerda a la comunidad internacional que un progreso significativo depende de que la gobernanza democrática y el desarrollo social inclusivo avancen de forma paralela.

Este reconocimiento llega en un momento crítico. El retroceso democrático se está acelerando y el progreso hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 16 (paz, justicia e instituciones sólidas) se encuentra estancado. Los avances en salud, educación, reducción de la pobreza, igualdad de género y empleo siguen siendo desiguales, lo que amenaza la Agenda 2030. Los recortes en la ayuda exterior podrían agravar estos retrocesos.

Un próximo informe de International IDEA, en el marco de la Iniciativa de Datos del ODS 16, presenta evidencia sólida sobre el nexo entre democracia y desarrollo social, basándose en sus Índices Globales sobre el Estado de la Democracia e investigaciones académicas. El informe argumenta claramente: la democracia y el desarrollo social deben avanzar juntos para renovar el contrato social y cumplir la promesa de Copenhague, Doha y la Agenda 2030. No lograr un progreso tangible podría erosionar la confianza pública en la democracia misma.

Algunas de las principales conclusiones del informe son:

Las democracias obtienen mejores resultados que las no democracias en indicadores clave de desarrollo social:

El bienestar básico —que abarca salud, educación y nutrición— es, en promedio, un 30 % mayor en las democracias.

La igualdad de género, la igualdad económica y la igualdad entre grupos sociales son entre un 40 % y un 47 % mayores en las democracias.

Los niveles de corrupción son aproximadamente un 50 % menores en las democracias.

La calidad de la democracia es fundamental: en las democracias de alta calidad, las diferencias son aún más marcadas: los niveles de bienestar básico son aproximadamente un 66 % mayores; los niveles de igualdad de género, igualdad entre grupos sociales e igualdad económica son más del doble; y los niveles de corrupción son un 90 % mayores en las no democracias en comparación con las democracias de alta calidad.

 

Tabla 1: Diferencia porcentual entre las puntuaciones de los Índices GSoD: democracias (todos los niveles de desempeño) y no democracias, y por niveles de desempeño democrático.
 

% Diferencias entre democracias (en todos los niveles de desempeño) y no democracias

% Diferencia entre las democracias de alto rendimiento y los países con bajo rendimiento en los 4 pilares del GSoD

Ausencia de corrupción

51%

90%

Igualdad social

47%

89%

Igualdad económica

44%

85%

Bienestar básico

30%

72%

Igualdad de género

40%

66%

Source: International IDEA 2019, International 2025 

 

El estado de derecho es esencial para el desarrollo social y la prosperidad. Un análisis de las correlaciones entre las 29 medidas del Índice de Desarrollo Social (IDS) y los resultados del desarrollo social muestra que la gobernanza y el estado de derecho están más fuertemente vinculados al bienestar básico y la igualdad económica (Figura 1).

La representación democrática es fundamental para la distribución inclusiva de estos beneficios. Las dimensiones procedimentales de la democracia —elecciones, parlamentos eficaces y protección de los derechos— presentan correlaciones más fuertes con la igualdad de género y la igualdad entre grupos sociales, lo que subraya que, si bien la gobernanza puede ser importante para el bienestar básico y la equidad, la representación democrática y los derechos son cruciales para determinar la equidad e inclusión con que se distribuyen los beneficios de la prosperidad entre los grupos sociales (Figura 1).

 

Figura 1: Correlaciones entre los índices GSoD y medidas seleccionadas de desarrollo social (0: bajo 1: alto)
Figure 1

Fuente: Cálculos basados ​​en los Índices Globales del Estado de la Democracia 2025.

 

La democratización impulsa el progreso en el desarrollo social, mientras que el declive democrático lo revierte. Basándose en estudios académicos, el informe también muestra que cuando las sociedades se democratizan, tienden a experimentar un mayor crecimiento económico, un aumento del gasto social y mejores resultados en el desarrollo social, mientras que la autocratización o el declive democrático suelen revertir estos avances, erosionando la prosperidad y el progreso del desarrollo social.

La evidencia rechaza la noción de una “ventaja autoritaria”. Los regímenes no democráticos que logran resultados sustanciales en el desarrollo social son casos atípicos empíricos. De 74 países sin elecciones democráticas, solo unos pocos alcanzan altos niveles de bienestar o igualdad. Singapur es un caso atípico con bajos niveles de corrupción, y Cuba y Serbia obtienen puntuaciones relativamente buenas en igualdad de género. Pero estas son excepciones, no la regla. China, a menudo citada como modelo de éxito autoritario, se sitúa en un rango medio en los indicadores de bienestar, igualdad y corrupción. Ninguna alcanza altos niveles de igualdad económica o social entre los grupos, y la mayoría de las autocracias luchan contra la desigualdad, la deficiente prestación de servicios y la falta de fiabilidad de los datos económicos.

No todas las democracias benefician a su población. A pesar de las fuertes correlaciones entre dimensiones específicas de la democracia y los resultados del desarrollo social, la relación no es determinista ni causal de forma uniforme. La gobernanza democrática no garantiza de forma inherente ni consistente resultados positivos en materia de desarrollo. La evidencia empírica muestra que muchos gobiernos democráticamente electos tienen dificultades para brindar desarrollo social y prosperidad a sus ciudadanos.

La percepción de que las democracias no logran sus objetivos está vinculada a una disminución de la confianza en la democracia. Si bien la democracia facilita el desarrollo social y la prosperidad, cuando no cumple con sus promesas, la confianza en las instituciones democráticas puede erosionarse, debilitando el contrato social y fomentando el apoyo a alternativas autoritarias. Los datos de opinión pública en diversas regiones muestran que la disminución del apoyo a la democracia a menudo se debe a la percepción de que no logra generar progreso social ni prosperidad compartida.

Los datos de opinión pública muestran que:

  • En África, el 66 % de la población prefiere la democracia, pero solo el 37 % está satisfecho con su funcionamiento.
  • En América Latina y el Caribe, el apoyo a la democracia disminuyó del 68 % en 2004 al 59 % en 2023, debido a la corrupción y las dificultades económicas.
  • En los países de altos ingresos, la satisfacción con la democracia se redujo del 49 % en 2017 al 35 % en 2025.


Vías que vinculan la democracia y el desarrollo

El informe identifica varias vías a través de las cuales la democracia posibilita el desarrollo social:

Estado de derecho y control de la corrupción

Las democracias tienden a tener un estado de derecho más sólido, un 62 % superior en promedio a los países no democráticos (International IDEA 2025). Esto reduce la corrupción, garantiza que los recursos lleguen a los grupos vulnerables y fomenta la igualdad de acceso a la justicia. Los estudios demuestran que una menor corrupción se correlaciona con mejores resultados en salud, educación y reducción de la pobreza. Durante la pandemia de COVID-19, las democracias con menor corrupción registraron menos muertes.

Un estado de derecho más débil socava el desarrollo social al propiciar la corrupción que desvía fondos públicos de la salud y la educación, infla los costos médicos mediante medicamentos falsificados, reduce la matrícula escolar, desalienta la inversión debido a la incertidumbre jurídica y profundiza la desigualdad al permitir que las élites se beneficien a expensas de los grupos marginados.

Paz y seguridad

La violencia y los conflictos socavan el desarrollo social al destruir infraestructura, desplazar comunidades, reducir la asistencia escolar, debilitar los sistemas de salud y desviar el gasto público de la educación y la salud hacia la seguridad. Las democracias tienen mayor probabilidad de mantener la paz, mientras que la gobernanza participativa y la participación de las mujeres en los procesos de paz contribuyen a una recuperación más duradera.

Representación y participación

Las elecciones y la participación inclusiva generan rendición de cuentas. Los gobiernos que enfrentan competencia electoral tienen mayor probabilidad de invertir en salud, educación e infraestructura para obtener el apoyo del electorado. Sin embargo, las elecciones por sí solas no son suficientes: sin un sólido estado de derecho y la protección de los derechos, los incentivos electorales pueden no traducirse en una prestación de servicios equitativa.

Derechos y libertades

Los derechos civiles y políticos —libertad de expresión, asociación y acceso a la información— son esenciales para el desarrollo inclusivo. Empoderan a la ciudadanía para exigir mejores servicios, exigir cuentas a los líderes y garantizar que los beneficios se distribuyan equitativamente entre los distintos grupos sociales. Cuando se reprimen los derechos, el desarrollo tiende a ser menos inclusivo y la desigualdad se profundiza.

Conclusión

Las democracias son las más idóneas para lograr un progreso inclusivo y sostenible, pero deben demostrar resultados para mantener la confianza. La Cumbre Social Mundial de Doha ofrece una oportunidad crucial para reafirmar la democracia como eje central del desarrollo social y renovar el contrato social.

Sin embargo, así como la democracia necesita dar resultados, también necesita ser defendida. Los recortes en la ayuda exterior corren el riesgo de relegar la democracia y la gobernanza a un segundo plano, priorizando otras necesidades apremiantes de desarrollo social. Eso es un error. La democracia es el mecanismo que garantiza que los escasos recursos públicos se utilicen eficazmente, no se desvíen y lleguen realmente a quienes los necesitan.

En un mundo que lidia con conflictos, desigualdad, cambio climático y retroceso democrático, la democracia no es un lujo, sino un salvavidas. La crisis ofrece la oportunidad de reimaginar la democracia, no solo como un sistema de derechos políticos, sino como fundamento de la justicia social y económica.

 

Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este comentario son las de los autores y no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Consejo Asesor ni su Consejo de Estados Miembros.

Agradecimientos: Este artículo fue escrito por Annika Silva-Leander, a partir de su próximo capítulo «30 años después de la Declaración de Copenhague: Democracia, ODS 16 y desarrollo social: nexo y vías», que se publicará como parte del Informe de la Iniciativa de Datos del ODS 16 de 2025 sobre el nexo entre el ODS 16 y el desarrollo social.

Sobre los autores

Annika Silva-Leander
Annika Silva-Leander
Head of North America and Permanent Observer of International IDEA to the United Nations
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