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Incertidumbre electoral en Haití

February 16, 2023 • De parte de Roody Reserve

El pasado 7 de febrero de 2023 marcó el trigésimo séptimo aniversario del fin de la dictadura de los Duvalier en Haití. En la madrugada de aquella noche memorable, después de sendas movilizaciones populares, Jean Claude Duvalier huyó para poner fin a cerca de tres décadas de un régimen autocrático familiar, durante las cuales, él y su padre, condujeron brutalmente el país.

Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

 

A diferencia de lo que ha sucedido en otros países de la región, que vivieron su transición a la democracia por el mismo período y que cambiaron sus respectivos dictadores por gobiernos electos en contiendas populares , la estabilidad política ha sido elusiva en el caso haitiano. 15 presidentes o Juntas de Gobierno han gobernado el país en ese período; 7 de estos gobernantes han provenido de elecciones y el resto ha sido gobiernos provisorios o frutos de golpes de Estado. Solamente dos de los 7 presidentes electos (Aristide 1991 y Préval 1996)  lo han sido en elecciones cuya legitimidad ha sido reconocida por sus principales rivales.

 

 

Altos responsables estatales haitianos entre 1986 y 2023
Gobernante
Forma de acceso al poder
Henri Nanphy (Conseil National de Gouvernement)
Junta compuesta de civiles y militares que llegaron al poder después de la dimisión de Jean Claude Duvalier el 7 de febrero 1986
Henri Namphy
Golpe de Estado
Leslie Francois Manigat
Elecciones  
Prosper Avril
Golpe de Estado
Ertha Pascal Trouillot
Presidenta provisoria
Jean Bertrand Aristide
Elecciones
Raoul Cedras
Golpe de Estado
Joseph Nérette
Presidente provisorio
Emile Jonassaint
Presidente provisorio
René Préval
Elecciones
Jean Bertrand Aristide
Elecciones
Alexandre Boniface
Presidente provisorio
René Préval
Elecciones
Joseph Michel Martelly
Elecciones
Jocelerme Privert
Presidente provisorio
Jovenel Moise
Elecciones
Ariel Henry
Gobierno de facto.
Fuente: elaboración propia a partir de Haití Reference. https://www.haiti-reference.info/pages/plan/histoire-et-societe/notables/chefs-detat/

 

 

Como bien lo indican estos datos, elecciones libres, transparentes y que produzcan legitimidad han sido una rareza en Haití. Además, como era de esperarse, aun cuando casi el 50 por ciento de los gobernantes han provenido de contiendas electorales, ninguno ha contado con legitimidad suficiente como para garantizar estabilidad política. Muestras de ello han sido las constantes protestas, golpes de estado e intervenciones internacionales armadas y diplomáticas que han marcado todo el período. No sólo los políticos opositores han sido locuaces en manifestar su descontento con los resultados electorales; también la población en general ha sido crítica con el funcionamiento de la política; incluso los actores de la comunidad internacional han manifestado periódicamente sus frustraciones con los resultados de la política en Haití.

Es precisamente en este contexto, uno donde ha habido más líderes no electos que electos desde el fin de la dictadura, deslegitimidad e ineficacia del proceso político democrático; es en esta realidad que se plantea la pregunta de si habrá o no elecciones en Haití este año 2023. En efecto, después de más de un año a la cabeza del gobierno, cargo al que llegó después del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021, el primer ministro Ariel Henry ha declarado su intención de organizar elecciones en el transcurso de este año. La pregunta se vuelve más dramática cuando, además de esta tradición de elecciones que generan inestabilidad, se añade el hecho de que el gobierno actual no goza de mucha credibilidad interna. Ha sido incapaz de garantizar un mínimo de seguridad a la población. Se trata de un gobierno cuyo principal bastión de apoyo se encuentra en la comunidad internacional y en los sectores económicos del quintil de riqueza más alto de Haití.

En la línea de lo anterior, la respuesta directa al interrogante de si se podrán organizar elecciones decentes en Haití a lo largo de este año, es negativa.

El principal desafío sigue siendo la inseguridad. El país vive el momento más complicado en términos de la capacidad del Estado para proveer de los bienes más básicos a la ciudadanía en las últimas cuatro décadas. La cantidad de ciudadanos  que han sido víctimas de secuestro o asesinatos se cuenta por miles. No hay regiones del país que no tengan sus respectivos grupos armados, que extorsionan o violan en total impunidad. Las autoridades de las más altas esferas políticas y económicas, ministros, policías y otras personalidades muy conocidas, con muchos recursos económicos y políticos, son acusados de tener lazos estrechos con las bandas criminales más sanguinarias.

En este contexto, no se ve de qué manera en pocos meses, se podrá resolver el problema de seguridad, crear la capacidad administrativa adecuada para poner en marcha una máquina electoral que lleva más de seis años sin estar en funcionamiento. Desde esta perspectiva, pensar en elecciones decentes en Haití para este año es sin duda una quimera que solamente pueden soñar aquellos que desconocen la realidad actual del país.

Sin embargo, ¿y si la solución al problema actual de Haití no fuera primariamente electoral? Efectivamente, en el contexto de las transiciones a la democracia de la tercera ola, la organización de elecciones ha sido el lenguaje dominante en los discursos políticos, académicos y en los pasillos diplomáticos. Basado en esta premisa se ha empujado a la organización de elecciones de cualquier manera en Haití. Los haitianos ya están acostumbrados, que en periodos políticos puntuales, desembarquen expertos electorales de agencias internacionales varias, convenciendo a las elites políticas y económicas que las elecciones son la salida a la próxima crisis. Estas suelen prestarse al juego para  desconocer poco después los resultados electorales cuando no les son favorables. Así, religiosamente, después de cada elección, especialmente las presidenciales, se abre un nuevo ciclo de contestación y quejas por parte de candidatos insatisfechos con los resultados.

El caso de Haití muestra precisamente los límites de la idea dominante en los círculos académicos y políticos internacionales, que ven en las elecciones una solución en sí misma; que privilegian teorías de resolución de conflictos que no tomen en cuenta las raíces estructurales que están a la base de los desencuentros entre los sectores en pugna.

Se exige que Haití pueda seguir el camino de los demás países latinoamericanos que organizan elecciones de manera periódica para resolver los conflictos de liderazgo entre sus políticos, sin tomar en cuenta que estas elecciones son, en todos los casos, frutos de decisiones previas, en que las elites políticas y económicas resolvieron el problema básico que subyacen los procesos de apertura democrática: el problema de la redistribución de los recursos producidos por la sociedad. A esta temática se ha añadido en los últimos 10 años la decisión deliberada de una franja importante de las élites políticas y económicas corruptas que no solo ven en la violencia una manera de mantenerse en el poder, sino también la usan como un mecanismo para evitar que se les pueda pedir cuenta ante autoridades judiciales por actos flagrantes de corrupción cometidos en los últimos años.

En este contexto, difícilmente la organización de unas elecciones sera suficiente para resolver los problemas actuales de Haití. La discusión sobre la inestabilidad recurrente en Haití tiene que leerse con otras claves. Hay que recordar que la democracia es primordialmente un pacto entre segmentos importantes de una sociedad que decide acerca de un mecanismo para turnarse en el poder. En el caso que nos ocupa, hay cosas mucho más importantes en juego. Se trata precisamente de definir sobre el proyecto social y económico que se quiere impulsar y, posteriormente, el régimen político correspondiente. De momento, el pacto entre los sectores políticos más influyentes, especialmente el que sirve de base de apoyo del gobierno de Ariel Henry, no necesita de elecciones libres y transparentes para su reproducción. Todo lo contrario, la bastardización de las instituciones estatales, la protección de los criminales de todo plumaje es funcional y necesaria para los intereses inmediatos de este grupo.

 

 

 

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Acerca de los autores

Roody Reserve
Doctor en Ciencias Políticas por la Pontificia Universidad Católica de Chile
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