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El calendario argentino es una herramienta estratégica

En Argentina la definición de la fecha de las elecciones provinciales es una decisión estratégica de los gobernadores. Es, de hecho, una herramienta de negociación con el Gobierno Nacional. Nos diferenciamos de Brasil, donde votan todos el mismo día, y nos acercamos a México y Estados Unidos, donde sus unidades subnacionales tienen más margen de acción. Salvo la Provincia de Buenos Aires, la de mayor peso electoral y que está atada a celebrar las elecciones primarias el mismo día que las nacionales, cada distrito es uno en sí mismo con su propia autonomía. Federalismo político pleno.

 

Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

 

En este contexto institucional particular, ¿de qué depende que las elecciones provinciales se unifiquen con las nacionales o se desdoblen? ¿Cómo fue en años anteriores?

El primer punto es un poco el meollo de la cuestión y lo que hace a este 2023 tan particular. En términos generales, la ciencia política considera que hay tres factores que inciden en la decisión provincial de pegarse a las elecciones nacionales.

1) Que la figura presidencial tenga alta y buena imagen pública a nivel nacional en términos generales, pero sobre todo en el distrito particular. De la misma manera que pasa en las familias con los encuentros festivos: uno elige al lado de quién sentarse.

2) Que la gestión del Gobierno Nacional sea bien valorada en el distrito. La mayoría de las veces es una clara consecuencia del punto anterior: si le sonríen al presidente, le sonríen a sus programas, medidas, decisiones, proyectos y obras.

3) Que el espacio político que gobierna en la provincia tenga afinidad ideológica o, al menos, programática con el nacional. Que haya una identificación compartida y mutua: si todos están en el mismo bardo, entonces todos van juntos al mismo puerto.

Estas tres condiciones, claro, no siempre van de la mano. Bien puede pasar que todos tengan la misma camiseta y que la gestión pública vaya bien, pero que la imagen presidencial esté desgastada. También puede pasar que al inquilino presidencial le vaya bien, pero él y todos los suyos se lleven mal con la dirigencia provincial, aunque sean del mismo espacio político. Independientemente de estos matices, uno puede esperar que si se dan las tres condiciones, entonces el calendario de elecciones provinciales debería unificarse con el nacional. Es decir, que voten en la misma fecha por todos esos cargos y se armen lo que en Argentina se define como lista partidaria en formato sábana horizontal: todas las categorías electorales pegadas una al lado de la otra.

(No)Arrastre y (no)victoria

Este cálculo tiene una lógica estratégica detrás y se llama informalmente “arrastre”. De los niveles superiores del sistema político para los inferiores, las candidaturas para los cargos nacionales ayudan a las que se presentan para cargos provinciales. Y de abajo hacia arriba, las de los niveles inferiores ayudan también a que les vaya bien a las de niveles superiores. ¿Por qué? Porque los partidos políticos nacionales y las coaliciones electorales que éstos arman necesitan de la estructura política en el terreno para movilizar a los votantes de cada distrito en particular y así ganar las elecciones. Es una transacción para que todos estén contentos en el mismo barco y no salten a una balsa.

En cambio, si las elecciones se separan, entonces aumentan los costos de movilizar a las bases de cada espacio. Esto es algo lógico y esperable. La participación política activa implica un conjunto de acciones que para algunos puede ser parte de su trabajo, pero para otros sea una actividad más. En esos casos, convencer a la militancia para que salga a la calle para una elección provincial donde se juega mucho a nivel local y volver a hacerlo para una (o varias) nacionales donde el beneficio directo es menos tangible implica un costo para la dirigencia intermedia de cada espacio político.

¿Y el escenario 2023?

Es uno donde los tres factores que mencioné anteriormente adquieren valores negativos. La imagen presidencial junto a la valoración de la gestión del Gobierno Nacional tiene valores muy bajos. A eso se suma que el ordenamiento interno de la coalición oficialista, el peronista Frente de Todos, tiene serios problemas para poder acomodar a la tropa propia. Esto no es menor dado que 15 de las 24 provincias están identificadas como el mismo espacio político, con mayores o menores márgenes de autonomía. De hecho, en el gráfico a continuación que elaboramos desde el Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD), se puede ver que el año 2023 se parece bastante al del 2019 y casi como el del 2003. La diferencia sustancial es que hace cuatro años la mayoría de las provincias no se identificada con el oficialismo nacional, Juntos por el Cambio. Un problema de alineamiento vertical. Pasa en las mejores familias.

Hay todavía cuatro distritos que no definieron sus fechas y que van a esperar al límite que les establece cada constitución provincial. Son Ciudad de Buenos Aires, Formosa, Chubut y Santa Cruz. La primera es opositora al Gobierno Nacional, mientras que las otras tres son oficialistas.

 

Otra forma de ver el escenario actual es calcular cuánto se separan las elecciones provinciales de las nacionales. Nosotros lo medimos en meses, lo cual permite nos estimar el cálculo estratégico de los gobernadores en términos temporales. Distanciarse mucho de agosto (elecciones primarias nacionales), octubre (generales primera vuelta) y noviembre (ballotage presidencial) puede ser motivado por dos factores. El primero: que la crisis sea muy grave como para evitar que su agudización obture la estrategia del despegue, de la agenda provincial propia y no alcance para mantener el territorio por otros cuatro años. El segundo: que un buen resultado en el distrito coloque a gobernadores y gobernadoras electos y electas en una potencial fórmula presidencial.

Así las cosas, esta ha sido la distancia temporal calculada en meses de todas las elecciones provinciales celebradas desde el retorno a la democracia hasta la fecha (salvo las cuatro no confirmadas aún). El gráfico solo menciona algunas provincias por cuestiones de legibilidad y diseño. Los bullets que aparecen a la derecha de la línea punteada son las provincias que retrasaron sus elecciones para después de las generales nacionales, mientras que los que aparecen a la izquierda las adelantaron. Los casos de 1995 y 2003 son simbólicos: se definió el adelantamiento de las presidenciales, motivo por el cual las ejecutivas locales quedaron para después.

 

En términos generales, se puede ver que la estrategia de separación se convirtió en un recurso al que apelaron gobernadores y gobernadoras para alambrar sus distritos cuando la cosa estaba caldeada. Como hoy, 2023. Esto es algo que en el mapa anterior ya quedaba claro. Pero también se ve que los últimos años las provincias siguieron un patrón similar, estén alineados políticamente al gobierno nacional de turno (Frente de Todos o Juntos para el Cambio) o no.

De modo que, si el calendario es una herramienta estratégica como se ve acá, entonces el escenario actual marca un pulso político guiado por la autonomía y la distancia, antes que por la coordinación y el arrastre. Los gobernadores se despegaron, el Frente de Todos tambalea y el peronismo se preocupa. El que avisa no traiciona.

 

Este artículo fue cedido para ser publicado en Café Semanal Latam.

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Acerca de los autores

Facundo Cruz
Politólogo
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