El triunfo de Bukele: fuera lo viejo, bienvenido lo nuevo
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No hubo sorpresa. Nayib Bukele, el joven y carismático candidato de origen musulmán, de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), triunfó cómodamente en la primera vuelta del pasado domingo, con el 53.10 por ciento de los votos. El segundo lugar le correspondió al empresario Carlos Calleja, candidato de la alianza derechista Por un Nuevo País (ARENA, PCN, PDC y DS), con el 31.72 por ciento. En un distante tercer lugar se ubicó el excanciller Hugo Martínez, candidato oficialista del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), con el 14.41 por ciento.
Estas fueron las sextas elecciones presidenciales desde la firma de los acuerdos de paz de 1992; proceso electoral que se desarrolló con absoluta normalidad se caracterizó por un alto nivel de abstención, ya que participó únicamente el 51.8 por ciento del padrón electoral.
El candidato anti-sistema
El contexto salvadoreño es terreno fértil para el surgimiento de un candidato anti-sistema. Según el Índice Democrático del semanario británico The Economist, El Salvador es una “democracia imperfecta”, cuyos partidos, según Latinobarometro 2018, tienen el nivel de apoyo más bajo de toda la región (6%), con altas tasas de criminalidad (9 asesinatos diarios) y de corrupción. Cabe recordar que los últimos tres presidentes fueron procesados por este grave delito. A todo ello debemos agregarle un gobierno muy desgastado que encabeza el ex guerrillero Salvador Sánchez Cerén. El 37.8 por ciento de la población vive en condición de pobreza y el crecimiento económico es mediocre: el BM proyecta 1.8 por ciento para 2019 y 1.9 para 2020.
Los indicadores de cultura política (según Latinobarometro) son igualmente preocupantes. Con 28 por ciento, El Salvador ocupa, junto a Guatemala, el último lugar en materia de apoyo a la democracia. Tiene, asimismo, uno de los niveles más bajos de satisfacción con la misma y el porcentaje más alto de indiferentes (entre sistema democrático y autoritario) de toda la región (54%).
Fue precisamente este caldo de cultivo lo que -similar a lo que hemos visto en otros procesos recientes (Andrés Manuel López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil)-, facilitó la irrupción de la candidatura anti-establishment de Bukele, quien apoyado en su carisma y juventud (tiene 37 años), su fama de gestor competente como exalcalde de San Salvador, una campaña iconoclasta con foco en la lucha contra la corrupción, y un uso inteligente e intensivo de las redes sociales, sacó provecho del profundo enojo ciudadano con los partidos tradicionales, obtuvo un triunfo aplastante y puso fin al bipartidismo que estaba vigente desde 1992.
Gobernabilidad compleja
Pese a su triunfo arrollador, Bukele, quien asumirá el 1 de junio, deberá hacer frente a importantes desafíos y a una gobernabilidad compleja. Los retos económicos y fiscales son mayúsculos: acelerar el crecimiento, controlar la deuda pública (que ya representa el 70% del PIB), reducir el déficit fiscal y, de manera prioritaria, aumentar la inversión y mejorar la productividad. Sin una economía fortalecida no será posible generar los empleos de calidad que la ciudadanía demanda con urgencia. Tampoco habrá recursos suficientes para financiar el ambicioso programa de infraestructura prometido ni las políticas sociales dirigidas a reducir la pobreza. Y sin todo lo anterior, no será posible disminuir los altos niveles de violencia y desalentar la migración.
Para dar respuesta a las enormes expectativas creadas durante la campaña, Bukele necesita dar a conocer un plan de gobierno y un gabinete que sea capaz de generar confianza, comprometerse a respetar la institucionalidad , luchar frontalmente contra la corrupción y, sobre todo, construir gobernabilidad, mediante acuerdos con otras fuerzas políticas, como consecuencia del débil respaldo que tiene en la Asamblea Legislativa (GANA tiene solo 10 diputados de un total de 84); Asamblea que fue electa el año pasado para el período 2018-2021, y en la que dominan las bancadas de la oposición.
El proceso en clave regional
En el plano regional, esta elección marca el inicio del maratón electoral 2019 compuesta de seis elecciones presidenciales: El Salvador; Panamá el 3 de mayo; Guatemala el 16 de junio; y Argentina, Uruguay y Bolivia en octubre.
El triunfo de Bukele en primera vuelta rompe con la tendencia de los competitivos balotajes que definieron las elecciones de Ecuador y Chile en 2017, y de Costa Rica, Colombia y Brasil en 2018; países en los cuales fue necesario ir a una segunda vuelta para elegir presidente.
Este resultado representa una nueva y significativa derrota de la izquierda, que debilita aún más al Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y que seguramente provocará importantes cambios en la política exterior salvadoreña sobre todo con los regímenes autoritarios de Ortega (a quien equiparó con Somoza) y de Maduro (a quien llamó dictador) en un momento en que ambos atraviesan por graves crisis de legitimidad y un creciente aislamiento internacional. Habrá que ver, asimismo, qué impacto tendrá en los próximos comicios de Guatemala y Panamá, así como en la lucha contra la corrupción en América Central. Cabe recordar que Bukele se comprometió a establecer una comisión internacional de lucha contra la corrupción, similar a la Cicig de Guatemala, y que ha sido muy crítico , en relación con este tema, con los presidentes Jimmy Morales de Guatemala y Juan Orlando Hernández de Honduras.
Resumiendo: el mensaje central que emerge de esta elección es: “fuera lo viejo, bienvenido lo nuevo”. Pero, para dar cumplimiento a este mandato, Bukele deberá resolver una paradoja: la de un presidente que llega al poder gracias a un discurso anti-sistema y en contra de los partidos tradicionales, pero que ineludiblemente necesitará, para poder gobernar, llegar a acuerdos con esos mismos partidos a los que descalificó y derrotó, debido a que éstos son los que tienen, al menos hasta 2021, el control de la Asamblea Legislativa.
De lo contrario, le resultará imposible conseguir la mayoría simple de 43 votos para aprobar nuevas leyes o, más difícil aún, la mayoría calificada de 56 votos para adquirir préstamos internacionales. En este sentido, Fitch Raitings acaba de alertar que la actual integración de la Asamblea Legisaltiva podría significar un mayor riesgo de polarización entre el presidente electo y el Congreso.
Tendrá el presidente electo la capacidad para hacer frente a semejante desafío? Bukele acaba de demostrar su capacidad para ganar elecciones. Ahora deberá demostrar que es igualmente competente para gobernar y así cumplir con sus promesas.