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Las elecciones, la crisis y las posibles salidas

December 09, 2022 • De parte de Dimas Castellanos
Las elecciones

El resultado de las “elecciones” para conformar las Asambleas Municipales del Poder Popular, celebradas el 27 de noviembre de 2022, es un claro reflejo de la profunda crisis política, económica y social en que Cuba está inmersa.

Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

Según los últimos datos finales, publicados once días después de los comicios, en el diario oficial Granma del jueves 8 de diciembre, de 8.254.717 electores 2.626.497 se abstuvieron y 623.632 anularon las boletas o las depositaron en blanco. Es decir, un total de 3.250.129 cubanos, el 38,90% del electorado, manifestó su descontento con un voto de castigo, que en la capital alcanzó aproximadamente a la mitad de los habaneros.

La magnitud del descontento se venía reflejando en las elecciones de las última dos décadas. En las de 2003 la suma de las abstenciones, las boletas depositadas en blanco y las anuladas fue solo de 6,13% del padrón electoral. En las de abril de 2015 aumentó al 18,64%. En las de noviembre de 2017 al 21, 2%. Luego, en el referendo del Código de las Familias, en septiembre del año pasado la abstención alcanzó el 26%.

En ausencia de libertades, y a pesar que la información estadística es brindada por la Comisión Nacional Electoral creada por el Gobierno para ese fin y sin presencia de observadores independientes, el salto a casi el 40% del electorado en los recientes comicios devela la existencia de una grieta creciente entre pueblo y gobierno.

La peculiaridad de ese salto consiste en que se ha producido en ausencia de libertades y de soberanía ciudadana, lo cual indica que después de un prolongado retardo está resurgiendo el ciudadano, un concepto desaparecido del escenario político cubano desde la década de 1960.

La Constitución vigente establece en su artículo 3, que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo; pero aclara que éste la ejerce por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ella se derivan. Es decir, la soberanía la ejercen órganos no elegidos por el pueblo, el cual está limitado a elegir a mano alzada, en las reuniones de circunscripción a candidatos para integrar las Asambleas Municipales del Poder Popular. De ahí en adelante, hasta la Asamblea Nacional del Poder Popular, que es donde se concentra el poder, las Comisiones de Candidaturas, integradas por funcionarios de las organizaciones de masas (CTC, CDR, FMC, ANAP, FEU y FEEM) gozan de la potestad para incluir en las nóminas hasta el 50% de los candidatos, sin necesidad de que hayan sido electos por el pueblo. Es decir, ni existe exista soberanía popular ni tampoco verdaderas elecciones.

Las últimas elecciones libres, democráticas y competitivas que se celebraron en Cuba tuvieron lugar en 1948[1]. Para votar en ellas se requería haber cumplido los 20 años de edad, es decir, haber nacido antes de 1928. Por tanto, sólo los mayores de 94 años –si sus mentes aún les funcionan–, tienen una experiencia electoral verdadera.

El resultado, pues, de las elecciones del 27 de noviembre introduce un nuevo elemento en el escenario político de la isla. Los datos publicados echan por tierra cualquier argumento para justificar la conservación del modelo totalitario y la existencia de un solo partido político: el Comunista, lo que pone en evidencia que el sistema cubano marcha hacia su extinción.

La historia es indetenible, Cuba está cambiando como lo evidencian las diferentes formas en que se vienen manifestando el rechazo popular al status quo, como acaba de ocurrir con las elecciones municipales.

Si en 1959 los revolucionarios se legitimaron con la toma del poder mediante las armas y redistribuyendo lo que antes se había producido; hoy carecen de aquella legitimidad que le otorgaron las armas y también de la que otorgan las urnas.

Entre las múltiples causas de la crisis sobresale la estatización, un proceso que comenzó en 1959 con la expropiación de las grandes empresas extranjeras y no se detuvo hasta eliminar los últimos vestigios de propiedad privada en manos de cubanos. El intento por sostener ese ineficiente sistema han generado un retroceso que se manifiesta en la escasez de los más elementales artículos de primera necesidad, comenzado por los alimentos y los medicamentos y terminando por los lápices para las escuelas, lo que a su vez ha generado la segunda más alta inflación del mundo, acompañada de un déficit de energía eléctrica que pende sobre el país como la espada de Damocles.

Las principales causas del retroceso sufrido radican en la economía estatizada y planificada y en la ausencia de libertades; causas que el Gobierno se niega a reconocer y corregir, lo que permite deducir al menos dos posibles salidas:

Una, el aumento de las manifestaciones públicas y mayor represión gubernamental contra un pueblo que está hastiado y perdiendo el miedo, lo que podía y desembocar en una salida sangrienta que podría ser el último capítulo de la nación cubana.

Dos, una fractura en la esfera del poder, que recibiría el apoyo de una gran parte de los cubanos, en la cual aunque resulten inevitables algunas manifestaciones de violencia, podría conducir a una transición democrática.

Lo imposible es salir de la crisis actual y a la vez conservar el modelo que la generó.

[1] Las elecciones de 1954 y 1958, por las condiciones en que se celebraron, aunque fueron multipartidistas, no se pueden calificar como libres y democráticas.

Acerca de los autores

Dimas Castellanos
Analista político y periodista
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