Del aprendizaje al liderazgo: Mi trayectoria en la Academia Juvenil de Democracia en Bangladesh

La Academia Juvenil de Democracia (YDA), organizada por el Laboratorio de Democracia Aplicada (ADL) de la Universidad de Daca, en colaboración con IDEA Internacional, transformó mi percepción de la democracia, pasando de ser un tema de libros de texto a algo vivo, dinámico y profundamente personal. Como estudiante de sociología, había explorado durante mucho tiempo las estructuras sociales y los sistemas políticos. Sin embargo, fue a través de la YDA que llegué a comprender la democracia no solo como un sistema electoral, sino como una experiencia vivida que exige participación y reflexión constantes.
Fundamentos y aprendizaje: Un cambio de perspectiva
Combinando conferencias en línea y talleres presenciales, la Academia de Democracia Juvenil ofreció un currículo multidimensional que abarcaba el funcionamiento de los sistemas electorales, el papel de los partidos políticos, el poder de una ciudadanía informada y la importancia de un poder judicial independiente. Pero lo que hizo que la experiencia fuera verdaderamente transformadora fue cómo entrelazaba la teoría con la práctica. Más que un simple conocimiento teórico, la YDA perfeccionó mis habilidades de oratoria, fomentó el diálogo crítico y me enseñó a ver la participación democrática como una responsabilidad personal. La academia me retó a ir más allá del aprendizaje pasivo y a aplicar lo aprendido en mi comunidad para ayudar a cerrar la brecha entre el conocimiento cívico y la participación ciudadana.
Del aprendizaje al liderazgo: Nagarik Alapon
La chispa que despertó la Academia de Democracia Juvenil me llevó a crear mi proyecto de acción: Nagarik Alapon: Impulsando la Conciencia Cívica. Lancé esta iniciativa con un objetivo simple pero urgente: abordar la creciente desconexión entre los jóvenes y el conocimiento de sus derechos. Demasiados compañeros a mi alrededor conocían la palabra "democracia", pero nunca la habían abordado de manera significativa. Algunos admitieron desconocer los derechos legales básicos, como los que se describen en la Ley de Derechos de las Personas con Discapacidad. Otros expresaron apatía, con declaraciones como: "Votar no importa". Nagarik Alapon nació como una respuesta, un espacio donde el aprendizaje cívico pudiera ser humano, interactivo y emocionalmente resonante.
Quería alejarme de las clases formales y crear una experiencia donde el aprendizaje se sintiera como una conversación, no como una clase. Así que diseñé un modelo de "Preguntas-Respuestas-Recompensas". A través de una serie de cuestionarios interactivos, debates y discusiones basadas en derechos, los participantes exploraron las responsabilidades cívicas en formatos atractivos y reflexivos. Se distribuyeron más de 100 hojas informativas para ayudarles a comprender las leyes y estructuras democráticas relevantes. Pero lo que hizo a Nagarik Alapon verdaderamente único fueron los pequeños detalles, flores y chocolates que se entregaron como recompensas simbólicas. No eran simples obsequios; eran herramientas para crear una conexión emocional. Un participante me dijo más tarde: "¡La flor me animó a aprender!". Esa chispa emocional era lo que esperaba despertar: la sensación de que el aprendizaje cívico podía ser amable, alegre y significativo.
Impacto real: Transformando actitudes, no solo conciencia
Los resultados superaron mis expectativas. Involucré directamente a 50 estudiantes y conseguí más de 2000 impresiones a través de redes sociales, utilizando la etiqueta #NagarikAlapon en 15 publicaciones de la campaña. Y lo más importante, el 70 % de los participantes reportó haber aprendido sobre un nuevo derecho cívico. Algunos se comprometieron a registrarse para votar por primera vez. Otros dijeron que comenzarían a participar en asuntos cívicos locales con más confianza. Sí, surgieron desafíos, como distracciones en el lugar de celebración, pero la respuesta abrumadoramente positiva me recordó que la participación emocional y cognitiva puede superar incluso los obstáculos estructurales.
Nagarik Alapon fue más que un simple proyecto; fue un reflejo de la metodología de empoderamiento de YDA.
El marco proporcionado por ADL e IDEA Internacional me proporcionó no solo conocimientos, sino también la confianza y el pensamiento estratégico para convertir la teoría en acciones tangibles. Validó una lección crucial: la educación cívica significativa, cuando se basa en la resonancia emocional y la relevancia comunitaria, puede generar un cambio duradero.
Un llamado a la acción juvenil
Mi trayectoria de estudiante a educador cívico reafirmó algo profundo: la democracia no puede sobrevivir solo con instituciones; requiere ciudadanos activos, conscientes y emocionalmente conectados. Como jóvenes, no podemos permitirnos quedarnos al margen. Debemos crear espacios donde la democracia no solo se hable de ella, sino que se sienta y se practique. El futuro no es algo que heredamos. Es algo que forjamos.
A lo largo de mi trayectoria en la Academia Juvenil de Democracia (AYD), aprendí que incluso una pequeña iniciativa, si está impulsada por un propósito y compasión, puede iluminar el camino hacia una sociedad más comprometida y democrática. Insto a los jóvenes a participar en la Academia Juvenil de Democracia y a participar en la acción cívica, porque el verdadero cambio comienza cuando comprendemos nuestros derechos y usamos nuestras voces para forjar una sociedad más justa y democrática.
La Academia Juvenil de Democracia me inspiró un renovado compromiso con la acción cívica. Me recordó que, si bien construir conciencia democrática puede ser difícil, es un camino que vale la pena recorrer, uno donde cada pregunta despierta curiosidad y cada conversación nos acerca a una sociedad más informada y comprometida.