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Formación de gobiernos de coalición en los presidencialismos latinoamericanos

El entendimiento sobre la viabilidad y benignidad de los gobiernos de coalición en sistemas presidenciales ya está bastante consolidado en la literatura de ciencia política. No solamente no son más vistas con aprensión sino que ya son consideradas como banales.

Aclaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Este comentario es independiente de intereses políticos o nacionales específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de IDEA Internacional, su Junta de Asesores o su Consejo de Estados Miembros.

 

De hecho, desde 1980, más de la mitad (75/140) de los gobiernos de América Latina se inauguraron bajo esta fórmula. Diversos países, de hecho, solo o esencialmente conocieron ese formato de gobierno (Chile, Brasil, Colombia…).

Por otro lado, y al contrario de lo que se temía en un inicio, las coaliciones gubernamentales no se han revelado significativamente más vulnerables o inestables que los gobiernos monocolores (de un solo partido). En otras palabras, los casos de inestabilidad política y crisis democráticas que hayan tocado gobiernos de coalición se debieron más por razones externas que al hecho que esos gobiernos fueran de coalición. Dicho esto, se ha escrito mucho sobre la gobernanza de esos gobiernos en los presidencialismos latinoamericanos, asemejándolos a sus pares en sistemas parlamentarios, esencialmente europeos.

Por más que la lógica interna, o sea el reparto de cartera ministeriales entre diversos partidos (y no solamente a personas oriundas de partidos diferentes sin que estas tengan el apoyo de su partido de origen), parece ser la misma en sistemas parlamentarios y presidenciales, un elemento central distingue esos gobiernos: el timing de la formación del gobierno.

Asimismo, los gobiernos de coalición en sistema parlamentarios suelen, de hecho, formarse después de las elecciones una vez que todos los partidos tienen información sobre su peso real en la cámara. Eso se debe al proceso de designación de los gobiernos en esos sistemas.

Como podemos ver en la figura 1, el proceso sigue, generalmente, esos pasos:

  1. los electores eligen a parlamentarios;
  2. los parlamentarios se juntan en “rondas de negociación”;
  3. consiguen un acuerdo para formar el gobierno (o no).

Ya en sistemas presidenciales el formato es más directo pues los electores votan directamente para un candidato quien, si electo, estará a cargo de formar su gobierno.

 


Figura 1: Procesos de formación de gobierno en
sistemas parlamentarios/ presidenciales
Fuente: Elaboración propia

 

Esa distinción sistémica acarrea dos principales consecuencias. Primero, en los sistemas parlamentarios las rondas de negociación pueden estirarse sustancialmente en el tiempo o no llegar a ningún resultado. No son pocos los ejemplos en que después de las elecciones los partidos enfrentaran grandes dificultades en sus procesos de negociación. Asimismo, Bélgica en dos ocasiones recientes tardó más de año y medio en poder formar un gobierno. O sea, solo después de un año y medio después de las elecciones (2014 y 2018) los parlamentarios belgas consiguieron un acuerdo. Entre tanto el país simplemente no tenía gobierno efectivo. En otros casos (España, Israel…) los electores tuvieron que retornar a las urnas diversas veces para que pudiera desprenderse un gobierno. Estas dificultades conllevan el problema de previsibilidad e identificación de los futuros gobiernos. La demora en formar gobiernos aumenta la probabilidad de gobiernos “ad hoc” o patchwork, con partidos muchas veces antagónicos o con poca “familiaridad”. De esto, se desprende la dificultad de las elecciones en determinar un rumbo para el país. A su vez conlleva un segundo problema que es el de la responsividad de esos gobiernos.

Al formar acuerdos entre partidos antagonicos o con ideologías bastante distantes, estos gobiernos debilitan la confianza y la credibilidad de los partidos involucrados.

Por ejemplo, es poco probable que un elector italiano de la lega aceptara que su partido pasara un acuerdo con el Movimiento 5 estrellas, al que durante toda la camapaña no pararon de vapulear. Lo mismo pasó en el 2010 cuando los LibDems britanicos formaron, de forma sorprendente, un acuerdo con los conservadores, llevando al primer gobierno Cameron. Esa decisión, de hecho, condenó al partido pues en las siguientes elecciones pasaron a tener un desempeño testimonial. 

Esos problemas de imprevisibilidad e irresponsividad tienden a ser más limitados en sistemas presidenciales. Eso se debe, primero, al sistema de selección directa del presidente. Al poder prever cuales son las alternativas para ejercer la presidencia, la imprevisibilidad se limita a saber quién será el ganador de la elección. Segundo, el sistema presidencial conlleva el principio del mandato fijo. Si esto se considera usualmente como un potencial problema para una salida de crisis (el término del mandato es fijo), los analistas se olvidan que el mandato fijo se aplica también para el inicio del gobierno. En otras palabras todos lo gobiernos en sistemas presidenciales tienen establecido (generalmente en su constitución) el día de inauguración del mandato. Ese elemento, limita  el tiempo de negociación y, por ende, constriñe la posibilidad de encontrar acuerdos de forma post electoral. Como lo muestra el Gráfico 1, este lapso puede variar según los casos, entre 1,5 meses a 5 meses, con una media de 3 meses. 

Esos dos elementos hacen que las coaliciones de gobierno en los sistemas presidenciales de América latina procedan, en general, de acuerdos pre-electorales. De hecho, en un trabajo reciente (Albala y Couto 2023) mostramos que más del 90% de las coaliciones de gobierno en sistemas presidenciales tienen origen pre-electoral. O sea, las coaliciones de gobierno suelen haber pasado acuerdos antes de la elección. Los partidos involucrados tuvieron, asimismo, tiempo para poder formar acuerdos tanto sobre el reparto potencial de las carteras ministeriales como sobre el contenido y alcance de las políticas públicas. A su vez, esos partidos son identificables por los electores. En otras palabras es posible saber “quién va con quién” y qué es lo que se está votando. De esta forma, los electores son potencialmente más capaces de poder identificar las opciones políticas en presencia, los tipos de políticas públicas que podrían ser llevadas a cabo y, poder fiscalizar y sancionar gobiernos en base a sus promesas electorales. Difícilmente observamos casos de coaliciones patchwork o entre antagonistas (salvo talvez el caso de Sánchez de Losada en Bolivia).

Asimismo, siguiendo esa lógica, las elecciones vuelven a tener un papel de selección y definición de los rumbos sociopolíticos para el país. 

Como si fuera poco, en un trabajo reciente (Borges, Turgeon y Albala 2021) mostramos que las coaliciones pre electorales consiguen formar mayorías legislativas de forma significativamente más eficiente que cualquier otro tipo de gobierno (monocolor o de coalición post electoral). También mostramos en otros trabajos (Albala 2021; Albala, Borges y Couto 2023) que cuanto más precoces son los acuerdos de coalición, más duraderos son dichos gobiernos y , además, gobiernos que tuvieron origen pre-electoral tienden a ser los más estables y duraderos comparado con cualquier otro formato (de nuevo: gobiernos monocolores o coaliciones post electorales).

Dicho esto, aparecen dos condiciones para que gobiernos de coalición sean, de hecho, efectivos y estables. Primero, la condición de mayoría parlamentaria. Cuando los gobiernos tienen una base de apoyo legislativo mayoritaria o casi mayoritaria, su estabilidad y eficiencia aumenta significativamente. Segundo, cualquier acuerdo de coalición supone la formación de pactos entre partidos. Asimismo si los partidos son inestables o poco institucionalizados, las coaliciones tendrán a serlo también. O sea, para que coaliciones prosperen es preciso que el sistema de partidos sea lo más institucionalizado posible.

En conclusión, la formulación y organización de pactos pre electorales, lejos de ser daniños a la democracia, son una herramienta valiosa para la confianza, la eficacia y la estabilidad democrática. El que puedan aparecer dificultades o problemas de inestabilidad en este tipo de gobiernos es un hecho que mucho tiene que ver con otras variables.

 

Este artículo fue cedido para ser publicado en Café Semanal Latam.

 

 

     Referencias:
  • Albala, A. (2021). When do coalitions form under presidentialism, and why does it matter? A configurational analysis from Latin America. Politics 41(3):351–370.
  • Albala, A., Borges, A., & Couto, L. (2023). Pre-electoral coalitions and cabinet stability in presidential systems. The British Journal of Politics and International Relations, 25(1): 64–82.
  • Albala A, Couto L. (2023) Question of Timing: Pre-Electoral Coalitions in Multiparty Presidential Regimes. Brazilian Political Science Review, 17(1).
  • Borges, A., Turgeon, M., y Albala, A. (2021). Electoral incentives to coalition formation in multiparty presidential systems. Party Politics 27(6):1279–1289.
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Acerca de los autores

Adrián Albala
Profesor adjunto Instituto de Ciência Política Universidad de Brasília (Brasil)
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