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Maratón electoral 2018: el voto del enojo

December 18, 2018 • De parte de Daniel Zovatto

Declaración: Las opiniones expresadas en este comentario son las del miembro del personal. Este comentario es independiente de intereses nacionales o políticos específicos. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la posición institucional de International IDEA, su Consejo de Asesores o su Consejo de los Estados Miembros.

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América Latina celebró en el 2018 uno de sus maratones electorales más importantes. Entre febrero y octubre, tuvieron lugar seis elecciones presidenciales: Costa Rica, Paraguay, Venezuela, Colombia, México y Brasil. A ello debemos agregar, por su impacto en nuestra región, las particulares “elecciones” cubanas en la Novena Asamblea Nacional del Poder Popular del pasado marzo, que dieron paso a la transición controlada de Raúl Castro a Miguel Díaz-Canel en la presidencia del Consejo de Estado, y las elecciones de medio período en los Estados Unidos, en las cuales si bien Trump mantuvo el control del Senado perdió su mayoría en la Cámara de Representantes.

Esas elecciones tuvieron lugar en un contexto económico mediocre (el Banco Mundial pronostica un crecimiento promedio regional de 0,6 por ciento) y un panorama social preocupante: la pobreza ha vuelto a aumentar, la reducción de la desigualdad se ha estancado y el mercado laboral continúa incapaz de generar los empleos de calidad necesarios en la región.

El maratón electoral coincide con la crisis de mediana edad que la democracia latinoamericana atraviesa justo cuando estamos celebrando el cuadragésimo aniversario del inicio de la tercera ola en Latinoamérica.

Según el Latinobarómetro 2018, el nivel de apoyo vuelve a caer para ubicarse en el 48 por ciento, el nivel más bajo desde el 2001. La disminución viene acompañada de un aumento del número de indiferentes (entre gobierno democrático o autoritario) que salta del 16 por ciento al 28 por ciento (sobre todo, en los jóvenes de entre 16 y 26 años), y un gran incremento de la insatisfacción con la democracia, que pasa del 51 por ciento al 71 por ciento, todo ello acompañado de un bajo nivel de confianza en las elecciones, los tribunales electorales y, especialmente, en relación con los partidos políticos y los Congresos.

Tendencias: Las seis elecciones presidenciales presentan un conjunto de tendencias, entre las cuales destacan las siguientes diez:

1. La totalidad de los procesos electorales se caracterizaron por un alto nivel de malestar ciudadano con la política y las élites; fenómeno que me lleva a calificarlas como las elecciones del enojo.

El sentimiento de malestar generó en varios países un voto anti, un voto de rechazo al gobierno y los partidos tradicionales unido a la irrupción de candidatos contra el establishment, con un fuerte sesgo personalista. Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) son los dos principales ejemplos de esta tendencia.

2. La mayoría de las elecciones se caracterizaron por un alto nivel de incertidumbre, volatilidad y polarización, determinando que las opciones de centro no fuesen vistas como una alternativa (básicamente en Brasil y Colombia).

3. Los sectores medios, más pragmáticos que ideologizados, exigentes y poco pacientes, desempeñaron un papel clave al buscar candidatos que sintonizaran con sus demandas y ofrecieran resultados concretos.

4. Mientras que en las tres principales economías, Colombia, México y Brasil, hubo alternancia, por el contrario, en Costa Rica y Paraguay vimos continuidad oficialista.

La reelección inmediata solo tuvo lugar en la farsa electoral venezolana, donde Nicolás Maduro fue reelegido en un proceso electoral carente de toda legitimidad.

5. En la mitad de las seis elecciones (Costa Rica, Colombia y Brasil) fue necesario ir a una segunda vuelta para definir al presidente.

6. A excepción de la elección mexicana, en la que AMLO obtuvo mayoría en ambas cámaras del Congreso, en los restantes casos los presidentes elegidos no obtuvieron mayoría propia en el Congreso, lo que anticipó una gobernabilidad compleja y una mayor dificultad para aprobar las reformas estratégicas (fiscales, laborales, de pensiones) que muchos de esos países requieren con urgencia.

7. Los graves escándalos de corrupción que recorren la región (potenciados por Lava Jato y Odebrecht), vinculados con el financiamiento político, junto con los altos niveles de inseguridad ciudadana, fueron dos temáticas muy presentes en la casi totalidad de las campañas electorales.

8. En varios de los procesos, las redes sociales desempeñaron un papel crecientemente importante (en particular el uso de WhatsApp en Brasil), desplazando progresivamente a los medios tradicionales. Este factor presenta nuevos e importantes desafíos tanto en materia regulatoria como en el terreno del control que deben llevar a cabo las autoridades electorales.

9. Los grupos evangélicos vienen ganando una influencia cada vez mayor en un número grande de los procesos electorales, destacan en el 2018 los casos de México y, sobre todo, Costa Rica y Brasil.

10. Como efecto de la conclusión del período del gobierno de Michelle Bachelet, el pasado marzo, en la actualidad no hay ninguna presidenta mujer en América Latina.

Balance: Los resultados de este maratón electoral están reconfigurando políticamente la región, principalmente, en América del Sur, donde vemos una tendencia a favor de gobiernos de derecha en sus dos versiones, ultra (Bolsonaro) y liberal (Macri, Piñera y Duque), una crisis del centro izquierda y un creciente debilitamiento del ALBA. En cambio, el triunfo de AMLO (centro izquierda) en México y la diversidad ideológica de los gobiernos del Istmo presenta un contexto diferente en América Central. Pero debemos esperar los resultados de las tres elecciones que tendrán lugar en el 2019 en Centroamérica: El Salvador, Panamá y Guatemala y, fundamentalmente, de los tres procesos presidenciales en América del Sur: Bolivia, Argentina y Uruguay antes de emitir una opinión definitiva acerca de si la región ha entrado en un nuevo ciclo político con predominio de la derecha o, si por el contrario, se mantendrá la heterogeneidad ideológica.

Por todo ello, el 2019 será un año clave en el que los nuevos mandatarios deberán concentrar su energía en recuperar la confianza ciudadana, aprender a gobernar en un contexto complejo y de alta incertidumbre y producir resultados rápidamente para dar respuesta a las altas expectativas y demandas ciudadanas.

Caso contrario, la desilusión podría gatillar una acelerada pérdida de apoyo popular, un aumento en la conflictividad y una gobernabilidad crecientemente compleja.

Resumiendo: en el 2019, el enojo, la incertidumbre y la polarización continuarán presentes, y los sectores de clase media seguirán desempeñando un papel clave en la definición de los seis procesos electorales que se avecinan, destacando, por su impacto regional, la suerte que correrán las reelecciones de Evo Morales y Mauricio Macri.

Este artículo fue publicado originalmente en La Nación.

Acerca de los autores

Ex miembro del personal - Daniel Zovatto
Director for Latin America and the Caribbean
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