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Balotaje y reversión de resultado en América Latina

December 01, 2017 • De parte de Daniel Zovatto
Los candidatos, Sebastián Piñera y Alejandro Guillier. Chile, 2017. Foto: Patricio Alarcón

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Chile es uno de los países de la región con más experiencia en el uso del balotaje. De las siete elecciones presidenciales celebradas desde 1989 a la fecha, en las cinco últimas hubo necesidad de ir a una segunda vuelta. Y en cuatro de estas cinco ocasiones los resultados del balotaje confirmaron al candidato/a que había ganado en la primera vuelta. ¿Qué tan probable es que se produzca una reversión de resultado el próximo 17/12? ¿Qué podemos aprender de la experiencia comparada latinoamericana?

Balotaje en América Latina

Actualmente 12 de los 18 países latinoamericanos regulan el balotaje presidencial bajo diversas modalidades. En 8 de ellos -Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay-, se exige 50% más uno de los votos. Costa Rica requiere únicamente el 40%; Ecuador y Bolivia: 50% más uno, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos, y Argentina: 45%, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos.

Durante el último lustro (2013-2017) el balotaje ha venido ganando una importancia creciente en nuestra región. En la casi totalidad de los países que lo regulan, la presidencia debió definirse en una segunda vuelta: Chile (2013); Brasil, Costa Rica, Colombia, El Salvador y Uruguay (2014); Guatemala y Argentina (2015); Perú (2016); y Ecuador (2017).

¿Cuáles son las principales tendencias regionales?

El análisis comparado de las elecciones presidenciales latinoamericanas celebradas entre 1978 y 2017 demuestra que la realización de un balotaje no altera el resultado de la primera vuelta en aquellos casos en que el ganador de la primera ronda es considerado por la mayoría de los votantes que acuden a las urnas en la segunda vuelta como "el mal menor", aunque no resulte el candidato favorito de todos.

Por el contrario, la reversión de resultado tiene lugar cuando una mayoría del electorado comparte un "consenso negativo" en contra del candidato ganador en la primera vuelta (a quien se lo percibe como el “mal mayor”) y vota, en la segunda, a favor del candidato que, en la primera, se posicionó en segundo lugar.

En estos casos, el balotaje permite articular una nueva mayoría cuyo objetivo es impedir el ascenso a la presidencia de un candidato no deseado que resultó triunfador en la primera vuelta.

De las más de 150 elecciones presidenciales que tuvieron lugar en nuestra región entre 1978 y 2017, en un poco más de 80 de ellas la ley electoral contemplaba la segunda vuelta. En 46 de estas elecciones hubo necesidad de realizar un balotaje para elegir al presidente. Y en 34 de estas 46 (75%) triunfó en la segunda vuelta quien había ganado en la primera ronda. Únicamente en 12 ocasiones de estos 46 balotajes hubo una reversión de resultado.

La otra tendencia regional es que la participación electoral tiende a disminuir durante la segunda vuelta, salvo en casos de balotajes muy reñidos. La participación ciudadana es un elemento clave ya que de las 12 reversiones electorales que mencionamos, en 7 de ellas el número de ciudadanos que participó en el balotaje aumentó.

Un elemento importante a considerar es el porcentaje de diferencia entre el primer y segundo lugar. Cuando esta diferencia es superior al 10% 0 15% la probabilidad de revertir el resultado en segunda vuelta se vuelve más compleja pero no imposible. Keiko Fujimori obtuvo 19% por encima de Pedro Pablo Kuczynski en la primera vuelta de las elecciones peruanas de 2016 y pese a ello fue derrotada en la segunda vuelta.

Resumiendo: el balotaje no es el segundo tiempo de un mismo partido; constituye una nueva elección. Mientras en la primera vuelta se vota a favor de un candidato, en la segunda se vota no solo a favor de un candidato sino también en contra de una opción. Muchos electores deciden “prestar” sus votos a un candidato que no es su favorito y por el cual no votaron en la primera vuelta, con el objetivo de evitar el triunfo del candidato que perciben como el “mal mayor”.

La experiencia comparada regional evidencia que revertir el resultado en un balotaje es complejo pero factible. El porcentaje de diferencia entre el primer y segundo lugar en la primera vuelta, si bien importante no es determinante sobre todo cuando el porcentaje de votos obtenido por quien queda en primer lugar está por debajo del 40% y la diferencia con el segundo lugar es bastante menor de la esperada.

En estos casos la experiencia comparada evidencia que el factor crítico pasa por la capacidad que tenga el candidato que ocupó el segundo lugar para articular una nueva coalición dirigida a impedir el ascenso a la presidencia del candidato ganador de la primera vuelta, a quien debe presentar como el “mal mayor” a evitar. Igualmente, importante es lograr aumentar el nivel de participación electoral tanto de sus simpatizantes como de los que se oponen a permitir un nuevo triunfo del candidato vencedor de la primera vuelta. Esta fue la estrategia seguida en la gran mayoría de las segundas vueltas donde hubo reversión de resultado. Nada fácil (ya que se logró únicamente en uno de cada cuatro balotajes entre 1978-2017) pero tampoco imposible como lo testimonian, en los últimos años, las reversiones de resultados logradas por Juan Manuel Santos (2014), Mauricio Macri (2015) y Pedro Pablo Kuczynski (2016).

Acerca de los autores

Ex miembro del personal - Daniel Zovatto
Director for Latin America and the Caribbean
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