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Balotaje en Costa Rica, Lo que la experiencia latinoamericana nos enseña

February 22, 2018 • De parte de Daniel Zovatto

Costa Rica, junto a Guatemala y El Salvador, es uno de los países de Centro América con mayor experiencia en el uso del balotaje o la segunda vuelta.

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El balotaje en Costa Rica (similar a la tendencia que observamos en la región) se volvió mas frecuente en las últimas décadas; fenómeno que coincidió con el fin del bipartidismo y un aumento de la fragmentación política. En efecto, durante el largo período que va desde 1953 a 1998, el balotaje estuvo ausente. Irrumpió por primera vez en la elección de 2002 para definir la disputa entre el candidato del PLN, Rolando Araya y el del PUSC, Abel Pacheco, habiendo triunfado este último. La segunda vez tuvo lugar durante las elecciones de 2014, bajo la modalidad de un balotaje “inédito” (ya que el candidato oficialista renunció a hacer campaña durante la segunda ronda) que disputaron el candidato del PLN, Johnny Araya y el candidato opositor del PAC, Luis Guillermo Solís, quien resultó vencedor. Por su parte, el tercer balotaje que tendrá lugar el próximo 1 de abril tiene la particularidad de que (por primera vez) ninguno de los dos candidatos (Fabricio Alvarado del PRN y Carlos Alvarado del PAC) pertenecen a los partidos tradicionales. 

Concepto y modalidades

El balotaje, es una institución del derecho constitucional francés, reglamentado por primera vez en 1852, y posteriormente recuperado por la Constitución de la V República. Una de sus particularidades es que, a diferencia del modelo francés, en nuestra región (salvo en Haití) se lo utiliza solo para la elección presidencial.

La segunda vuelta constituye una de las reformas más comunes adoptadas durante la Tercera Ola Democrática. En efecto, la tendencia regional predominante para la elección presidencial fue sustituir el sistema de mayoría relativa con el balotaje. Consecuencia de ello, actualmente 12 de los 18 países latinoamericanos regulan el balotaje bajo diversas modalidades. En 8 de ellos -Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay-, se exige 50% más uno de los votos. Ecuador y Bolivia: 50% más uno, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos, y Argentina: 45%, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos. Costa Rica, por su parte, no solo establece el porcentaje más bajo de toda la region (40%) sino también uno de los períodos mas largos entre la 1 y la 2 vuelta. Los seis paises latinoamericanos que no lo tienen regulado son: México, Honduras, Nicaragua, Panamá, Venezuela y Paraguay.

Virtudes y debilidades

Sobre las virtudes y debilidades del balotaje existe un intenso debate. Para sus defensores el sistema tiene dos objetivos principales: 1) garantizar una alta legitimidad de origen al presidente electo, y 2) fortalecer la gobernabilidad democrática, al promover la formación de coaliciones electorales entre la primera y la segunda vuelta, las cuales podrían transformarse más adelante en coaliciones de gobierno.

Para sus detractores, en cambio, la segunda vuelta difícilmente cumple con estas supuestas virtudes. Señalan que la elevada legitimidad de origen del presidente puede ser artificial e inestable. Argumentan que genera menores incentivos para el voto estratégico en la primera vuelta, lo cual favorece el incremento del número de partidos. Advierten, asimismo, acerca de la posibilidad de que, indirectamente, provoque problemas de gobernabilidad en lugar de resolverlos, ya que, no obstante, las elecciones legislativas y presidenciales son técnicamente simultáneas; las primeras se definen en la primera ronda, lo cual genera el riesgo de que el presidente electo en la segunda vuelta carezca del respaldo legislativo mayoritario.

Un ejemplo de este último riesgo lo pudimos observar durante el actual gobierno del Presidente Solís, quien ha debido gobernar estando en minoría en la Asamblea. Y también continuará siéndolo los próximos 4 años, ya que, independientemente de quien resulte electo en el balotaje, estará igualmente en clara minoría en la nueva Asamblea Legisaltiva.

Balotaje y reversión de resultado

¿Qué tan probable es que se produzca una reversión de resultado el 1/04? ¿Qué podemos aprender de la experiencia comparada latinoamericana?

El análisis comparado de las elecciones presidenciales latinoamericanas celebradas entre 1978 y 2017 demuestra que el balotaje no altera el resultado de la primera vuelta en aquellos casos en que el ganador de la primera ronda es considerado por la mayoría de los votantes de la segunda vuelta como "el mal menor", aunque no resulte el candidato favorito de todos.

Por el contrario, la reversión de resultado tiene lugar cuando una mayoría del electorado comparte un "consenso negativo" en contra del candidato ganador en la primera vuelta (a quien se lo percibe como el “mal mayor”) y por ello vota, en la segunda, a favor del candidato que, en la primera, obtuvo en segundo lugar.

En estos casos, el balotaje produce una nueva mayoría con el objetivo de impedir llegar a la presidencia a un candidato no deseado que resultó triunfador en la primera vuelta.

De las más de 150 elecciones presidenciales que tuvieron lugar en nuestra región entre 1978 y 2017, en un poco más de 80 de ellas estaba contemplada la segunda vuelta. En 47 de estas elecciones hubo necesidad de ir a un balotaje para elegir al presidente. Y en 35 de estas 47 triunfó en la segunda vuelta quien había ganado en la primera ronda. Únicamente en 12 ocasiones de estos 47 balotajes hubo una reversión de resultado. Para el caso costarricense, cabe señalar que la reversion no se produjo en ninguno de los dos balotajes.

La otra tendencia regional a tomar en cuenta es que la participación electoral tiende a disminuir durante la segunda vuelta, salvo en casos de balotajes muy reñidos. La participación ciudadana es un elemento clave ya que de las 12 reversiones electorales que mencionamos, en 7 de ellas el número de ciudadanos que participó en el balotaje aumentó.

Resumiendo: el balotaje no es el segundo tiempo de un mismo partido; constituye una nueva elección. Mientras en la primera vuelta se vota con el corazón, en la segunda se vota con la razón, es decir es un voto más estratégico. Dicho de otro modo, mientras en la primera vuelta se vota a favor de un candidato, en la segunda se vota no solo a favor de un candidato sino tambien en contra de una opción. En efecto, muchos electores deciden “prestar” sus votos a un candidato que no es su favorito y por el cual no votaron en la primera vuelta, con el objetivo de evitar el triunfo del candidato que perciben como el “mal mayor”.

La experiencia comparada regional evidencia que revertir el resultado en un balotaje es difícil pero factible. El porcentaje de diferencia entre el primer y segundo lugar en la primera vuelta, si bien importante no es determinante sobre todo si el porcentaje de votos obtenido por quien quedó en primer lugar es inferior al 40% y la diferencia con el segundo lugar estuvo por debajo del 5%. Cuando ambos factores están presentes, como es el caso en este tercer balotaje, el escenario más probable es el de una competencia muy cerrada y altamente polarizada (como lo evidencia la reciente encuesta del CIEP que muestra un empate técnico entre los dos candidatos), y en la que, las posibilidades de que se produzca una reversión de resultados en la segunda vuelta, aumentan considerablemente.

En estos casos, la experiencia comparada enseña que el factor crítico pasa por la capacidad que tenga el candidato que ocupó el segundo lugar para articular una coalición dirigida a impedir el ascenso a la presidencia del candidato ganador de la primera vuelta, a quien debe presentar como el “mal mayor” a evitar. Igualmente importante es lograr aumentar la participación electoral tanto de sus simpatizantes como de los que se oponen a permitir un nuevo triunfo del candidato vencedor de la primera vuelta. Esta fue la estrategia seguida en la gran mayoría de los balotajes donde hubo reversión de resultado. Nada fácil (ya que como vimos se logró solo en uno de cada cuatro balotajes entre 1978-2017) pero tampoco imposible, como lo testimonian las recientes reversiones de resultados logradas por Juan Manuel Santos (2014), Mauricio Macri (2015) y Pedro Pablo Kuczynski (2016).

Mi opinión: pero con o sin reversión de resultado, quien resulte electo presidente el próximo 1 de abril, tendrá que evitar caer en la trampa del “espejismo de legitimidad” que suelen generar los balotajes, siendo consciente que su triunfo se debió a un importante caudal de votos “prestados” y que, además, estará en minoría en la Asamblea, combinación de factores que le aconsejan ejercer el cargo con humildad y prudencia, junto a una actitud abierta al diálogo y a la búsqueda de acuerdos lo más inclusivos posibles para, de este modo, poder abordar de manera urgente y eficaz, los mútitples y complejos desafíos que enfrenta Costa Rica.

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Acerca de los autores

Ex miembro del personal - Daniel Zovatto
Director for Latin America and the Caribbean
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